Lo que para muchos
podría ser un día común y hasta tranquilo, para Joaquín Olaya todos los días
eran como el peor de los dolores, siempre dormía 5 horas ni más ni menos, no
porque no quisiera dormir más, sino porque no podía, aparentaba más edad de la
que tenía fuera de eso, tenía una apariencia medio desaliñada siempre, más
delgado que un esqueleto, con unas características ojeras con las que no se
sentía muy orgulloso, este hombre infeliz y frustrado parecía tener una especie
de carga moral que no le permitía continuar con su propia vida, tenía un
trabajo que, aunque era bueno en lo que hacía, no le satisfacía para nada, era
un profesor de un colegio, odiaba a todos y a cada uno de sus alumnos aunque
siempre lo disimulaba con una falsa sonrisa.
No tenía familia ni
amigos, el hombre emanaba un aura que ahuyentaba a las demás personas, vivía
solo en un departamento casi en el área rural de la ciudad, lo único que le impedía
convertirse en un ermitaño era la comodidad de la ciudad y los beneficios de la
tecnología.
Como todos los días se
despertaba y se asomaba por la ventana de su apartamento, ese día estaba
lloviendo, amaba ese tipo de días grises, pero no podía quedarse a admirar la
belleza de aquel día pues ya iba tarde a al trabajo que odiaba, por alguna
razón ese día sentía que su suerte iba a cambiar para bien de alguna manera,
hace ya mucho no tenía esa sensación.
Una vez listo para
retomar su aburrida rutina y antes de salir de su apartamento, pone con cuidado
un pequeño libro en su maleta con una cara de amargura que poco a poco va
tornando en una sonrisa forzosa de depravado.
Aquel día, el comienzo
de la amargura, era un día bastante aburrido, una de esas semanas de mucho
estrés pero de mucha felicidad para los estudiantes de bachillerato, eran los
últimos días de educación básica y por lo tanto las últimas pruebas y exámenes
del colegio.
Es aquí donde aparece Martín Heraldo un joven de 17, con cabello desaliñado,
largo, castaño, con una altura algo extraña para su edad pues media 1.80, al
verlo causaba algo de risa, tenía ojeras de no dormir a causa de dedicarse tanto a sus videojuegos online, era tan flaco
que parecía que solo pesaba lo de su ropa y sus llaves, esa era la razón por la
cual se ganó el apodo del “empillamado” por parte de sus compañeros; era un
joven que destacaba en los estudios, excepto en una materia, inglés, para él,
era la materia de la tortura en sus años de estudio en el colegio.
Para Martín los
exámenes y trabajos finales no eran un problema, el problema era el dichoso
idioma anglosajón que no podía comprender ni aunque dedicase todo su esfuerzo
solo, lograba pasar el área con una nota mediocre, lo que lo llevo pedirle
ayuda al profesor del área, Joaquín Olaya, al acercarse a él, Martin pudo sentir que le temblaban las manos, no
porque fuera tímido, sino porque aquel hombre le aterrorizaba.
-profe, necesito que me
ayude, no entiendo nada de esto y no me siento listo para presentar el examen,
por favor dígame si hay algo que pueda hacer para pasar.
El profesor lo mira sin
cambiar de expresión, para Joaquín, Martín no era más que un ignorante.
-déjeme decirle que hay
una posibilidad- dijo el docente- pero es necesario que sea discreto y no le
diga nada a ninguno de sus compañeros, este trabajo va solo para usted.
Acto seguido saca un
pequeño libro negro de su bolsillo.
-mire deberá leer este
pequeño libro y solo tendrá que decirme de que trata, si ha puesto cuidado a
las clases no le representara ningún problema, además que casi todo está
escrito en español, pero ojo, le recuerdo no comente nada a sus compañeros, si
lo comenta, no lo dejare pasar la materia, esto lo hago porque los otros
profesores me hablan muy bien de usted, tiene tiempo hasta la próxima semana.
-muchas gracias profe,
de verdad.
Martín estaba muy
contento este tipo de trabajos le despreocupaba mucho, solo tendría que pedir
ayuda a alguno de sus amigos y pasaría la materia sin ningún esfuerzo.
A la salida del colegio
Martín fue con sus amigos a un sitio al que llamaban “el poseteadero” que era
un lugar de alquiler de consolas de videojuegos, Marín no era el más sociable
de su salón se podría hasta decir que trataba de evitar a muchos de sus
compañeros, pero no fue un impedimento para hacer uno que otro amigo en el colegio
y construir algunos recuerdos agradables de esta etapa estudiantil, este grupo
de muchachos de seis personajes eran conocidos por sus compañeros con el apodo
de “ el grupo de los apartados” porque habían formado una especie de sociedad
secreta.
Esa tarde la pasaron
entre risas y recuerdos, aunque muchos de ellos no superaban los 19 años
hablaron como si fueran un grupo de ancianos que llevaba años sin verse,
jugando, contado anécdotas y chistes pasaron las horas y hasta las 4:00 pararon
y cada uno tomo su propio camino hacia sus hogares, se hubieran quedado más
tiempo, pero aún eran menores de edad y estaban sometidos a reglas.
Al llegar a casa Martin
recordó lo del trabajo de inglés, tenía mucho tiempo, así que no se preocupó
por eso, podría decirse que Martin era realmente una persona inteligente que no
se daba cuenta de sus capacidades, como todo estudiante promedio, no le
agradaba leer, como todo bachiller promedio, después de cenar, entro a su
cuarto y, por alguna razón, se dispuso a ojear el pequeño libro, aunque sabía
que en el momento en que lo abriera no iba a comprender nada.
Una vez abierto el
libro hubo algo que lo asombro de una forma indescriptible, todo el libro
estaba en blanco, página tras página, Martin solo veía hojas en blanco, ni una
sola palabra, Martin estaba completamente confundido.
De repente, su estado
cambia de una manera radical, comienza a sentirse observado, dentro de él sabe
que algo no está bien, múltiples
sentimientos se apoderan del joven, desesperación, miedo, paranoia, tenía que
hacer algo respecto a esto, empezaba cada vez a asustarse más, el miedo había
afectado sus sentidos, su vista era nublada, de repente se había convertido en
miope, oía cosas raras vidrios rompiéndose, el molesto sonido del acopar, solo
pensaba en morir, pues sentía que su miedo solo sería calmado entregándose a la
muerte, en medio de su dolor sentía que palidecía, como cuando se está enfermo,
con una leve migraña en la cabeza y un sensación en el estómago que lo
había hecho sentir muy incómodo. Martin
se desmaya en medio de su cuarto, la luz que estaba encendida al comienzo de su
tortura ahora parpadea, y aquel lugar parece estar entre la luz y la oscuridad,
al final, el bombillo se funde del total, y el cuarto queda sumido en la
oscuridad.
Si pensaste que el
dolor de Martin seria aliviado por su inexplicable desmallo estas en un error,
su sufrimiento apenas empezaba, el cuerpo de Martin estaba en una posición que
daba lastima de ver, comenzó a estremecerse por un momento como si de una
convulsión se tratara, pero esto duro poco tiempo, pues al final quedó inmóvil
en medio de la oscuridad, si bien Martin tenía una familia numerosa, ninguno de
los habitantes de la casa se dio cuenta que le joven se encontraba medio muerto
el piso de su habitación.
La mente del joven, por
un momento entro en un estado de serenidad, Martin sintió como si estuviese
soñando, y en efecto, lo estaba, estaba en un sueño que de ahora en adelante lo
perseguiría por bastante tiempo.
Dentro de este sueño
que se estaría tornando en pesadilla dentro de unos instantes, el pobre joven
aparecía caminando por el andén de su mismo barrio en el que vivía, se
encontraba en la entrada de su casa, esta era de un color opaco casi
indistinguible a sus ojos si hubiese estado en el mundo real, en este mundo no le tomo mucha importancia,
pues Martin no era una persona de sueños lucidos, esto cambiaria después de
este suceso.
Luego de entrar a la
casa, todo era diferente, en la entrada solo había una escalera que se dirigía
hacia abajo, no era una escalera común, esta era una escalera ancha, que
dirigía hacia un lugar oscuro aparentemente iluminado por velas, todo era muy
extraño, su casa parecía una enorme catatumba antigua, pero recordemos que
Martin NO era una persona de sueños lucidos, este tipo de personas son esclavas
de su mente cuando sueñan, y al no tener voluntad dentro de su propiamente se
convierte en un observador.
Dentro del sueño Martin
había llegado al final de la escalera, se encontraba ante un portal muy antiguo
hecho con ladrillos, todo estaba siendo iluminado por antorchas, todo esto era
como una gran túnel, dentro del mundo real, Martin llevaba una camisa blanca
con un pantalón de color azul, que era como siempre vestía, en el mundo del
sueño Martin vestía un traje elegante de
chaleco y corbata, era un tipo de traje que
siempre había detestado llevar debido a que no se sentía muy cómodo con
él.
Martin caminaba por el
enorme túnel, a una velocidad lentísima, caminaba como si estuviese
reflexionando sobre alguna cosa, con la cabeza en alto como si quisiera fijarse
por donde iba.
Camina hasta llegar a
una gran puerta de madera semejante a esas puertas de castillo sacado de una
película antigua, esta se abre ante él, hay una gran fiesta en un salón muy
elegante bastante parecido al de un palacio, todo en ese lugar parecía muy fino
y hecho solo de lo mejor, todas las personas están vestidas de una forma muy
elegante, la gente bailaba con la música que tocaba una singular orquesta con
máscaras de animales, Martín camina por el salón como si no le importara chocar
con los que bailaban, no llevaba ni medio camino recorrido cuando todas las
personas se desvanecieron como vapor,
solo quedo una enorme nube que solo en segundos se desapareció, solo
había quedado la extraña orquesta que
había dejado de tocar sus instrumentos, el salón, que anteriormente parecía tan
elegante, había quedado a oscuras, solo iluminado por la luz de la noche.
El hermosísimo palacio
había sido reducido a un lugar tenebroso, con vidrios rotos, paredes
agrietadas, y un enorme desorden, Martín sigue sin reaccionar, como si todo
esto le pareciese de lo más lógico.
De repente y sin que se
entere de su presencia una especie de espectro usando lo que parecía una
especie de armadura de huesos espectrales con una altura descomunal armado con
un hacha gigante, junto a este se encontraba una jauría de lobos y lo que más
le impacto, se vio a el mismo, en otras palabras, otra versión de él, medio
muerto sostenido por aquel extraño ser, pudo ver cómo era degollado, despedazado
y dado a comer a los lobos.
Martin pudo sentir todo
el dolor producido hacia su doble, este sufrimiento se le hizo eterno.
Martin despierta, solo
ha pasado un par de horas desde su desmallo, sigue estando muy asustado,
pensando en todo lo que había visto en tampoco tiempo, comenzó a llorar por el
temor, sentirse tan impotente le producía una desesperación exorbitante, con
rapidez, enciende la luz de su cuarto, su cuerpo estaba débil, sudaba frio y tenía el rostro pálido,
las manos le temblaban mientras, corría hacia su cama, solo tenía que dar unos
pasos, estos se le hicieron eternos, al llegar a su cama, tomo lo más rápido
que pudo la cobija debajo de su almohada y se envolvió en ella.
Seguía temblando, estaba
cerrando sus ojos con fuerza tratando de olvidar todo lo que había visto y
luego pudo presenciar el terror, el espectro estaba en su cuarto, el muchacho
se quedó sin aliento, no tenía fuerzas
para gritar.
El espectro se quita su
extraño casco en forma de cráneo, Martín apenas podía comprender lo que pasaba,
el espectro no era otro sino el mismo Joaquín Olaya quien tenía una sonrisa
aterrorizante y macabra digna de cualquier maniático.
-el juego aún no ha
terminado míster Heraldo- acto seguido lanza su hacha directo a la cabeza del
muchacho, que sintió la muerte justo antes de que el hacha tocase un pelo de su
cabeza.
Martin despierta en un
lugar oscuro, se da cuenta que está en una pequeña celda, iluminada por un par
de antorchas, se levanta con esfuerzo y puede ver que delante de esta esta su
despreciable profesor.
-viejo hijueputa, usted
me hizo esto, ¿qué es lo que busca de mí?
- jovencito imbécil, no
eres solo más que escoria ignorante igual que todos tus compañeros, pero tengo
que darte las gracias, pues es por usted que he podido librarme de la maldición
que me atormentaba hace ya bastantes años, debo admitir que te tengo un poco de
envidia, el libro fue más dócil contigo que conmigo.
-¿cómo así maldición?
Déjese de estupideces viejo puto
Joaquín agarra a Martín
por el pelo y lo golpea con los barrotes de la celda.
-le aconsejo que no se
gaste la cabeza pensando en detalles, además de que es usted muy idiota para
comprender lo que ahora le está pasando, considero de que sea mejor que lo
descubra por usted mismo, si es que puede.
Dicho esto el suelo de
la habitación se desvanece y Martín cae por el agujero sin más explicación.
Era un día común como
todos, para Joaquín Olaya era un día especial, hace un año se liberó de una maldición que hace mucho lo venía
azotando, claro que ahora un joven ha quedado en coma dependiente de una cama
de hospital, pero ¿quién no ha tenido que lastimar a alguien alguna vez para
obtener un beneficio egoísta.
Seguramente Martín
estaba perdido en algún sueño terrorífico enfrentando miedos que ni el mismo sabía
que tenía, acumulado rencor contra la persona que le hizo todo esto, Joaquín
sabe que algún día Martín vendría a
buscarlo para desquitarle, pero esto no le importaba mucho, después de todo,
¿que podría hacer un alumno tan mediocre como el contra un maestro de los
sueños lucidos como el?
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